La urgencia de un acuerdo
Claudio Soto Economista jefe Banco Santander
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Claudio Soto
Durante los últimos días el ministro Briones y los parlamentarios de las comisiones de Hacienda, mandatados por los partidos, se han abocado a construir un pacto fiscal que permita fortalecer las medidas de apoyo para enfrentar la pandemia. A solicitud del Colegio Médico, un grupo de economistas planteó una serie de iniciativas y sugirió un marco para el gasto, con un máximo de 12 mil millones de dólares en un horizonte de 18 meses, es decir, lo que resta de este año y el próximo. Una propuesta parecida hizo un grupo de académicos de la Universidad de Chile y de la Universidad Católica, quienes recomendaron aumentar fuertemente el endeudamiento público (al momento de escribir esta columna, a fines de la semana pasada, las tratativas estaban en pleno desarrollo).
Dada la naturaleza transitoria del shock que enfrentamos y las bajas tasas de interés, tiene sentido una reacción fiscal robusta, que evite una ineficiente destrucción del tejido productivo y dé apoyo a los más vulnerables. Esto último es, además, particularmente importante para que las cuarentenas rindan efecto y los contagios retrocedan. Por lo mismo, cobra particular relevancia actuar con celeridad.
En su diseño original, varias de las iniciativas desplegadas por el Gobierno apuntaban a un período de hibernación de un par de meses, para luego ir avanzando hacia una nueva normalidad. La evolución de la pandemia sugiere que este período será más largo y el impacto económico más severo. Por de pronto, la fuerte contracción de la actividad en marzo y abril, más la situación del mercado laboral, hacen prever un complejo escenario hacia adelante.
Por lo mismo, es imprescindible reforzar los programas ya establecidos y se requerirán nuevas medidas, tanto para enfrentar el corto plazo como para apoyar la recuperación de la economía una vez que comience el proceso de des-confinamiento.
Sin embargo, para avanzar en esto es necesario reafirmar dos criterios, los que debiesen ser parte de un acuerdo. En primer lugar, si bien el gasto se expandirá fuertemente con las medidas de apoyo, hay que seguir haciendo esfuerzos de reasignación presupuestaria, sobre todo desde aquellas áreas donde no es factible ejecutar de buena manera. Por ejemplo, en materia de inversión pública, hasta que las cuarentenas no hayan cedido y avancemos de manera segura hacia el des-confinamiento, es difícil que muchas obras se ejecuten. También hay espacio para el rediseño de programas con foco en atender las necesidades del período de hibernación.
En segundo lugar, hay que reforzar la idea de que las medidas tienen un carácter transitorio y que una vez superada la emergencia habrá que avanzar hacia una consolidación fiscal, con reducciones graduales, pero sostenidas de los déficits públicos. Aun así, la deuda bruta subirá de manera sustantiva. Este año y a pesar del uso de una fracción de los fondos soberanos para financiar parte del gasto, es probable que cierre en torno a 35% del PIB y en tres años más estaría rozando 50% del PIB. Las bajas tasas de interés permitirán que la carga financiera del Estado no suba de manera proporcional con la deuda, pero el país quedará en una situación de menor fortaleza macroeconómica.
En momentos de crisis como el que vivimos, es necesario que todos los actores tengan altura de miras y sepan enfrentar las urgencias con celeridad. El tiempo corre rápido y la presión se acumula. No esperemos que la situación reviente para actuar.